lunes, 27 de julio de 2015

El Sistema Inmunológico en los Niños

Uno de los cambios fundamentales tras el nacimiento es el que se produce por el brusco contacto con sustancias y organismos distintos al propio con los que hay en el exterior. Un contacto que si bien no era inexistente hasta entonces, sí había sido muy limitado. El bebé pasa de estar en un medio estéril en el que sólo se tiene contacto con material orgánico genéticamente compatible con su propio organismo (como el líquido amniótico, la placenta y las membranas ovulares, entre otros), a un mundo extraño, con gran cantidad de sustancias y microorganismos agresivos.

Nuestro sistema inmunológico se compone fundamentalmente por unas células llamadas glóbulos blancos o leucocitos, unos órganos donde se forman (médula del hueso, hígado, bazo, timo y ganglios) y unos anticuerpos que liberan algunas de esas células. Cuando aparece un agente que produce una infección, responde todo el sistema inmunitario.

Los leucocitos atacan a ese agente directamente o por medio de anticuerpos. Si es necesario producir más leucocitos, éstos empiezan a multiplicarse en los ganglios, los cuales aumentan de tamaño para responder con más intensidad a la infección. Esto hace que los ganglios cercanos al foco infeccioso sean más grandes, convirtiéndose en las llamadas adenopatías. Cuando cede la infección se reducen de tamaño, pero si son frecuentes en la misma zona no dan tiempo a que se reduzcan con lo que cada vez crecen más.

Una de las principales características de nuestro sistema inmunológico es su capacidad de memoria sobre aquellos gérmenes contra los que ha luchado. Debido a eso, la respuesta contra un organismo con el que tuvo contacto con anterioridad se realiza de forma mucho más rápida, en muchos casos impidiendo totalmente la manifestación de la infección. Ese es el mismo mecanismo con el que actúan las vacunas.

Cuando alguien tiene las “defensas bajas”, como dice la gente, el resultado es un fallo en su función protectora. No es que se tengan muchas infecciones, ya que tener muchas o pocas infecciones depende más del ambiente en el que estamos y de los agentes patógenos con los que tenemos contacto, que del estado de nuestras defensas.

Acá hay que hacer una distinción importante. Lo que sucede cuando realmente hay una enfermedad que produzca deficiencia inmunitaria, es que las infecciones banales se complican con facilidad, transformándose en enfermedades graves. Por ejemplo, si un niño tiene 3 resfríos en un mes lo único que quiere decir es que ha tenido contacto con 3 microorganismos patógenos distintos contra los que no tenía memoria de defensa. Si tiene una neumonía, es que el sistema defensivo ha fallado al intentar contener una de esos resfríos, pero que puede ser un fallo puntual. En cambio si tiene 2 neumonías en un invierno, ya hay que empezar a sospechar que puede haber un problema de base, bien en los pulmones o en el sistema inmunológico, el cual requiere de un estudio más complejo.

También hay casos en los que nuestro sistema inmunológico falla por exceso. Su labor de catalogar cada una de las sustancias extrañas (como alimentos, animales, productos de aseo, etc.) con las que tenemos contacto cada día puede fallar, interpretándose como agresivo algo que no lo es. El resultado de eso son las famosas alergias.

Por último, hay un tercer tipo de reacción de nuestro sistema inmunológico que puede generar problemas. Son las llamadas reacciones autoinmunes. Es un ataque de nuestras propias defensas contra algunos de nuestros tejidos u órganos. Suele deberse a un error por el parecido de algunos agentes patógenos con un tipo concreto de células de nuestro cuerpo, que hacen que una vez vencida la infección, la reacción continúe contra nuestras propias células.

En el desarrollo de nuestro sistema inmune hay varias fases. Los primeros meses de vida, los anticuerpos presentes en sangre en el momento del nacimiento son casi en su totalidad de origen materno. Durante el embarazo, la madre le traspasa al bebé estos anticuerpos a través de la placenta, de modo que al nacimiento tendrá una especie de “muestra de defensas” contra las infecciones que la madre ha tenido a lo largo de su vida. Duran un tiempo escaso, pero fundamentales por ser el tiempo que precisa el sistema defensivo del propio niño para madurar un poco. En los 3 primeros meses de vida, de hecho, la posibilidad de que una infección contraída se complique es muy alta, por lo que casi todos los protocolos pediátricos establecen que un bebé menor de 3 meses con fiebre debe ser manejado en un servicio de urgencias para estudio y vigilancia de la evolución, muchas veces con eventual hospitalización y tratamiento antibiótico profiláctico.

Desde que se supera ese límite de edad de 3 meses, hasta el año aproximadamente la capacidad del sistema inmunológico va mejorando rápidamente, aunque sigue teniendo tendencia a hacer infecciones diseminadas o sin focos infecciosos ni síntomas muy claros. Ya por encima del año su capacidad de defensa está con mejor rendimiento. Y le será muy necesaria, porque en los próximos 3 a 4 años va a pasar el 90% de las infecciones que sufrirá en toda su vida. Resulta desesperante para los padres, pero desde el momento que un niño pisa la sala cuna o el jardín infantil, o antes si tiene hermanos mayores que van a ellos, al menos en invierno no pasarán más de 3 semanas sin que tenga una infección respiratoria o digestiva.

Pero como decía antes no es preocupante si es una seguidilla de resfríos o infecciones no graves. Su único significado es la adaptación progresiva a un mundo rodeado por gérmenes agresivos con los que tenemos que aprender a convivir.

Cada infección que pasamos nos hace un poco más fuertes, porque nuestro sistema inmunitario tiene memoria y poco a poco la proporción de gérmenes contra los que tendremos defensas será mayor. Esa es la razón de que ya de adultos no nos enfermamos con tanta frecuencia.

Dependiendo del número de hermanos y de la edad en que comenzó a tener contacto estrecho con otros niños se alcanzará antes o después esta madurez. Parece que de repente nada es capaz de enfermarlo y de estar continuamente enfermo todo el invierno, pasa a tener como mucho un par de resfríos banales. 

Esto nos ocurrió este año con nuestra hija mayor de 4 años, quien empezó a asistir a transición menor. Durante el año se ha resfriado todos los meses, sin excepción. Algo que sabíamos que ocurriría pero que no pensábamos que sería tan al pie de la letra. Es por ello que empecé a buscar información sobre algún estimulante natural que nos pudiera ayudar a impulsar su sistema inmunológico, y fue así que di con la Echinacea.

A diferencia de una vacuna que se activa sólo contra una enfermedad específica, la Echinacea estimula la actividad general de las células responsables de la lucha contra todo tipo de infección. La planta echinacea es la más conocida y estudiada de las hierbas medicinales para estimular el sistema inmunológico. Estudios de laboratorio han demostrado que la echinacea tiene numerosos efectos sobre las células del sistema inmunológico al estimular la producción de células T e interferón (proteína que estimula el sistema inmunológico). También estimula la internalización de los cuerpos extraños por las células inmunes para retirarlos de la circulación y aumenta la capacidad de las células inmunitarias para ir al sitio de la infección. Tres son los componentes principales activos de la echinacea que potencian nuestro sistema inmune: antioxidantes, alcamidas, y polisacáridos.

A diferencia de los antibióticos que están diseñados para matar todas las bacterias, la echinacea ayuda a nuestro propio sistema inmunológico preparándonos para luchar contra las bacterias y virus, disminuyendo los síntomas y el tiempo de recuperación en la convalecencia.

Investigaciones publicadas por la revista científica The Lancet, indican que el remedio de hierbas hecho a base de echinacea disminuye las posibilidades de contraer influenza en 85%. Los investigadores también aseguran que la planta ayuda a curar la gripe con mayor rapidez, ya que los síntomas desaparecen aproximadamente 36 horas antes de lo que es normal que duren. Aunque la echinacea se utiliza generalmente internamente para el tratamiento de virus y bacterias, cada vez se está utilizando más para el tratamiento de infecciones y heridas externas.

Se la empezamos a dar a nuestra hija en presentación de microglóbulos y notamos la diferencia. Si bien ella se ha resfriado de igual forma, los episodios han sido de menor duración, y ninguno ha conllevado complicaciones graves. Los microglóbulos vienen en una presentación muy amigable, en un pequeño frasco de color rosa. La dosis depende de cada niño, su edad y su peso. También puede ser usada por adultos.

¿Dónde?
Farmacia CosmoFarma
Cobija #2188 Local 103 / Primer piso Edificio Master
Fono: (55) 2345554
Horario de Atención: Lunes a Viernes de 09:00 a 21:00 hrs y Sábado de 09:00 a 14:00 hrs

Con cariño, Doctora Mamá.



lunes, 20 de julio de 2015

El Colecho

El Colecho, traducción latinizada de la palabra en inglés Co-sleeping, consiste en dormir con nuestros hijos en la misma cama, pudiendo ser desde que nacen hasta que el niño decide que quiere dormir solo en su propia cama. Es una opción muy personal de cada familia, que tiene sus ventajas y no está libre de condiciones.

Es algo que defienden (defendemos) los padres pro “Crianza con Apego”. Es una práctica ancestral, practicada por toda la especie animal. Todas las crías duermen junto a su madre por instinto, para tener siempre a la mano el pecho para mamar, para refugiarse del frío o del peligro. ¿Por qué privar de eso al bebé humano? Pues bien, esto de separar al bebé en otra cama u otra habitación es una práctica completamente occidental.

En mi familia practicamos el colecho y cuando se lo he contado a otros familiares, amigos o pacientes, he recibido diversos tipos de comentarios: algunos te miran con cara de: “¿Pero cómo se les ocurre? ¡Qué peligroso!, ¿Cómo van a meter al niño en su cama?”. Otros que lo hacen y temen decirlo por vergüenza o por si van a ser criticados, quedan muy sorprendidos. Y otros que te dicen “orgullosos” que ellos hacen colecho, como si pertenecieran a una especie de tribu “antisistema”.

Partimos practicándolo con un poco de temor, pero buscando estudios y publicaciones relacionadas con "Co-sleeping and SIAD" (traducido al español como "colecho y Síndrome de Muerte Súbita del Lactante") es que finalmente nos convencimos de que los beneficios eran superiores a los riesgos. Y el sólo hecho de ver a mi bebé solito en su cuna, con el frío entumecedor que hace ahora en invierno, es que me llevó el instinto a querer acostarlo en nuestra cama para abrigarlo y cobijarlo con amor de mamá. Si a los adultos nos gusta dormir acompañados, supongo que a los bebés también les debe gustar. Y en base a eso, a todos les digo lo mismo: es algo natural e instintivo, pero simplemente es una opción, y como todo en temas de crianza, no existe una pauta o regla obligatoria a seguir. Si durmiendo juntos, descansan los padres y lo hace el niño, estupendo. Si no es así, entonces hay que buscar la opción de cómo descansar todos bien, durmiendo el bebé en su cuna.

Uno de los principales temores de los padres a la hora de decidir si practicar o no el colecho es su relación con la muerte súbita del lactante. En cuanto a eso, no hay estudios concluyentes al respecto. Algunos estudios dicen que si los padres tienen un claro sobrepeso no es recomendable hacer colecho y que no es aconsejable el colecho si alguno de los padres es fumador. Pero en este caso el consejo no es que no hagan colecho, sino que dejen de fumar. 

Se recomienda que para evitar la muerte súbita del lactante, se use un colchón firme (que no se hunda con facilidad) y no usar almohadas, frazadas pesadas ni demasiada ropa de cama. Esto por dos motivos: por el riesgo de asfixia por sofocación y porque algunos estudios revelan que los bebés regulan su temperatura corporal mediante la región abdominal (motivo por lo que tampoco es recomendable que los bebés duerman boca abajo) y al tenerla abrigada en exceso, esta regulación se vería afectada.

Como les decía anteriormente, esto de que el niño duerma solo es una costumbre occidental. En Oriente donde es una práctica muy común, los índices de muerte súbita son casi nulos. Es más, por ejemplo en China, en las revistas dedicadas a la investigación médica no hay un nombre para traducir “Síndrome de Muerte Súbita del Lactante”.

En cuanto a los beneficios, hay descritos muchos, entre ellos podemos mencionar que favorece la lactancia materna ya que la madre y el hijo, al estar juntos, pueden acceder a ella más rápido y fácilmente durante la noche. Si bien puede que el niño despierte más veces a mamar, las mamadas son más cortas y ambos pueden conciliar el sueño rápidamente. Para algunos padres, el sueño es más reponedor, ya que se levantan menos veces en la noche a verificar si el bebé se encuentra bien.

Ahora bien, el colecho implica también cierto grado de compromiso de nosotros como padres hacia el niño. Ellos se adaptan con facilidad a los cambios en general, pero a veces, en cosas que afectan al sueño, alimentación o afecto es más difícil. En cuanto al sueño, como en cualquier ámbito, es responsabilidad de los padres hacer las elecciones pensando a largo plazo. No tenemos derecho a someter a los niños a nuestro continuo cambio de humor. Si elegimos el colecho, sobretodo si decidimos mantenerlo más alla de los 6 meses, tenemos que plantearnos que estamos adquiriendo un compromiso al que debemos responder todas las noches. Si unas noches permitimos al niño que duerma con nosotros y otras no, el niño no lo va a entender, y van a aparecer los problemas.

Para tomar esta decisión, deben tener en cuenta varias cosas:

  1. Si los padres no descansan bien con su hijo en la cama, a la larga el agotamiento pasa la cuenta. Una cuenta que también paga el niño al convivir con unos padres agotados y de mal humor. Si duermen bien con él, esto no es un problema. Pero no hagan del colecho un “sacrificio” metíendolo en la cama. Cuando ese es el planteamiento, el sacrificio acaba afectando siempre al niño.
  2. Evidentemente tener un niño en la cama limita la capacidad de tener relaciones de pareja. Pero como dicen algunos defensores del colecho: “¿Dónde está escrito que sólo se pueda hacer el amor de noche y en la cama?”. Aún así, es algo a tener en cuenta y que sea consensuado por los dos miembros de la pareja, para evitar que luego sea una fuente de conflicto.
  3. Si no están dispuestos a mantener esa situación hasta que el niño decida dormir solo por sí mismo, al final van a tener que "enseñarle a dormir sólo“. Y es más fácil y menos traumático para el niño cuanto antes se haga. Lo importante es que el niño siga durmiendo con los padres hasta que él lo decida.

Como lo dije al comienzo del artículo, en temas de crianza no hay nada escrito. La opción es personal y debe ser tomada, sea cual sea la elección, con responsabilidad. A modo de opinión personal, yo lo considero una práctica muy linda y la seguiré practicando hasta que mi hijo de dos meses lo permita. Mi hija mayor de 5 años hace bastante tiempo que lo dejó, pero de vez en cuando nos pide dormir juntos para “recordar viejos tiempos”.

Con cariño, Doctora Mamá.


martes, 14 de julio de 2015

El Portabebé Ideal

En el artículo sobre la exterogestación les comenté sobre los distintos tipos de portabebé que hay actualmente en el mercado, pero sólo los mencioné. Ahora voy a describir detalladamente cada uno, para que de acuerdo a sus necesidades, puedan elegir el que se adapte mejor. 

En mi opinión, no hay unos mejores que otros, lo importante es saber conocer bien cuál es el que se adaptará mejor al niño y también a las características del porteador.

Independiente del tipo, el portabebé debe cumplir con un principio básico: debe ser ergonómico, es decir, respetar la posición fisiológica del niño de acuerdo a su etapa del desarrollo, y también respetar la postura del porteador. Mientras más pequeño es el niño, su columna será en forma de C. A medida que vaya sosteniendo su cabeza irá desarrollando primero la curvatura del cuello en sentido contrario, llamada lordosis cervical, y luego cuando empiece a gatear o caminar dará formación a la lordosis de la zona lumbar. Del mismo modo, mientras más pequeños, sus extremidades tienden a la flexión y van adoptando una posición de extensión a medida que van creciendo.


Dicho esto, es que los distintos portabebé para ser “buenos” deben asegurarnos los siguientes puntos:
  1. El bebé siempre mira hacia el porteador. Su importancia radica en que el bebé al mirar hacia adelante debe forzar su columna para mantener la posición erguida, además de sobreestimularse por lo que ve y tampoco puede refugiarse ante la sensación de angustia, ya que no le permite girarse hacia su porteador. Yo me imagino que debe parecerse a cuando uno va en primera fila de un tren en la montaña rusa, ¿angustiante no?
  2. En bebés pequeños al estar sentados, la espalda forma una C y las piernas forman una M. Esta es la llamada postura “en ranita”, la cual consiste en llevar al bebé o niño con las piernas abiertas alrededor de 45º con respecto al eje corporal, con 90º de apertura total entre las piernas, y las caderas flexionadas con las rodillas más altas que el potito. Esta posición ayuda a que la cabeza del fémur quede encajada en su acetábulo en buena posición, disminuyendo la probabilidad de presentar una displasia de caderas, o en caso de presentarla ayudar a su corrección (las familias que han tenido hijos con este problema podrán recordar que con las correas de Pavlik se logra esa misma posición). Por otra parte, con esa postura el peso del cuerpo recae en el potito y no en los genitales.
  3. El portabebé se puede ajustar, permitiendo que el bebé quede bien pegado al cuerpo del porteador, de modo que si se agacha, el bebé prácticamente no se separe del cuerpo.
  4. El bebé queda lo suficientemente alto, en la llamada “altura del beso”, lo que quiere decir que el porteador puede darle un besito sin agacharse demasiado, permitiendo un estrecho contacto físico y visual de ambas partes.
  5. El peso del bebé se reparte bien sobre las caderas y los hombros, y no sobrecarga la zona lumbar ni cervical del porteador.
  6. El porteador queda con sus manos libres para poder hacer otras actividades.

A continuación, les describiré los portabebé de uso más común en la actualidad:

La Colgona: llamada así coloquialmente porque el bebé literalmente queda colgando, suspendido prácticamente por su zona genital. Es el clásico portabebé ochentero. Generalmente son de un material semirígido que no respeta la curvatura de la columna y tampoco permite ajustar al niño al cuerpo del porteador. Algunas permiten que el niño vaya mirando hacia el frente. Además ocasiona incomodidad para el porteador, ya que el bebé por la forma de su columna tiende a separar su cuerpo de quien lo lleva, lo que desplaza el eje de gravedad de este último, obligándole a modificar su postura correcta con las consiguientes molestias de hombros y espalda, y sobrecarga del suelo pélvico. Incumple con todos los requisitos de un portabebé ergonómico, por lo que hago énfasis en colocarla como la primera de la lista para darle un rotundo NO! 
¿Los Pro? Ninguno. 
¿Los Contra? Todos. 
No recomiendo en lo absoluto este tipo de portabebé.



La Mochila “Ergo”: es la evolución de la colgona. Se les llama “ergo” porque precisamente son ergonómicas y respetuosas tanto con la anatomía y fisiología del bebé como la del porteador. Se trata de mochilas que permiten transportar con comodidad al niño desde el nacimiento hasta los 15 kgs de peso, y muchas de ellas (las llamadas Toddler) incluso más. Permite repartir el peso del bebé entre hombros y caderas del porteador y algunas permiten las posiciones delante, a la espalda y a la cadera. En mi familia aún la usamos con nuestra hija mayor (pesa 14 kilos) sin problemas, pero para nuestro bebé de 2 meses tuvimos que comprar el inserto reductor especial. Es el portabebé favorito de mi esposo por lo fácil de colocar.
¿Los Pro? Dentro de los portabebé, son las que pueden usarse durante más tiempo, desde el nacimiento hasta alrededor de los 15 kgs. Son muy cómodas y fáciles de colocar, algunas llevan bolsillo incorporado, así como una capucha para sostener la cabecita del niño si se duerme. El niño va colocado en la posición “de ranita”, sentado y no colgado, con el peso de su cuerpo sobre su potito, en vez de sobre sus genitales (como ocurre con las colgonas). 
Son los portabebé favoritos de los padres, al considerarlos “más masculinos”.
¿Los Contra? Es el tipo de portabebé más caro, pero dado lo extensivo de su uso, podemos considerarlo una inversión. Para bebés muy pequeños o recién nacidos, es recomendable usar un inserto reductor (a veces vendido aparte) o un cojín o mantita doblada para lograr la posición en M de las piernas, aunque la postura óptima será a partir de los 5-6 meses, cuando se lleve con las piernitas por fuera de la mochila. Por último, es un portabebé que ocupa bastante espacio al momento de ser guardado, comparándolo con otros tipos.



El Mei Tai: muy conocido en Chile gracias al programa gubernamental “Chile Crece Contigo” (por cierto, me pongo de pie para aplaudir la iniciativa, ya que ha permitido masificar un excelente portabebé por lo ergonómico y lo pro crianza con apego). Se trata de un portabebé de origen oriental. Es similar a una mochila ergo, pero su ajuste se realiza mediante unas tiras con amarres. Es un rectángulo de tela que puede ser acolchado, con cuatro tirantes, dos de ellos para anudar a la cintura y dos más para sujetar la parte superior. Puede usarse desde el nacimiento hasta aproximadamente los 15 kilos de peso. Permite posición delante, a la espalda y a la cadera, con diferentes variaciones. El peso se reparte entre las caderas y hombros del porteador. 
¿Los Pro? Al estar el peso bien repartido, permite usarlo durante trayectos largos. Algunos permiten reducir el puente o la zona sobre la que va el bebé sentado de manera que pueden usarse desde el nacimiento, respetando la posición fisiológica correcta, sin tener que recurrir a llevar al bebé con las piernas por dentro.
¿Los Contra? En los que no traen ajuste para el puente o el rectángulo de tela es demasiado grande, el recién nacido deberá llevar sus piernas por dentro de la tela (en M) y el porteador deberá proporcionarle una sujeción extra a su cabecita, siendo una postura no óptima para llevar a un recién nacido y tampoco permite que las manos del porteador queden libres. Y algo no menor son las amarras, aunque son sencillas hay personas que las encuentran complicadas y prefieren un sistema de ajuste más rápido.



La Bandolera: es una tela larga que lleva unidos sus extremos mediante unas anillas, permitiendo ajustar la medida a las características del niño. El peso se reparte por la espalda y un sólo hombro del porteador. Existen bandoleras de diferentes tejidos y modelos (gruesos, delgados, impermeables para el baño, etc.) Puede utilizarse en diversas posiciones, al frente erguido, a la cadera o a la espalda, desde el nacimiento hasta aproximadamente los 15 kilos. Antes de entregar el Mei Tai, el programa “Chile Crece Contigo” entregaba unas bandoleras pero que no eran del todo ergonómicas, ya que la tela era acolchada y permitía poco ajuste de acuerdo a las características del bebé. Además ese tipo de bandoleras acolchadas no se recomiendan para portear bebés muy pequeños, sobretodo en posición tumbada ya que existe riesgo de asfixia y no se respeta la posición fisiológica. Imagino que sería como estar acostada en una hamaca gruesa, gigante y sin poder moverme con libertad. Hay una variante de la bandolera llamada Pouch, la cual es muy similar en cuanto al modelo, pero no posee las anillas, siendo de una sola medida.
¿Los Pro? Gracias al sistema de anillas, se puede ajustar a diferentes medidas. Es muy sencilla de utilizar e ideal para favorecer la lactancia de una manera cómoda y discreta, ya que permite que el bebé pueda lactar estando en ella. Permite ajustar la tela perfectamente alrededor del cuerpo de bebé y del porteador, de manera que el peso se reparte de modo uniforme y el niño quede correctamente sujeto.
¿Los Contra? Debido a que el peso recae principalmente sobre un solo hombro, es necesario ajustar la tela cuidadosamente para asegurar la máxima comodidad al porteador. Por la misma razón, es muy agotadora para trayectos largos o niños muy grandes. También es necesario un poco de entrenamiento para aprender a ajustar las anillas.



El Fular: es una larga pieza de tela que sirve para ajustar al bebé a la posición deseada mediante nudos (posiciones de amarre). Hay diferentes calidades y tipos de tela (fina, gruesa, elástica, etc.). La tela adecuada en fulares no elásticos es aquella que cede solamente en sentido diagonal, sin ceder de manera transversal o vertical. El peso recae en diferentes zonas del cuerpo del porteador, dependiendo de la posición elegida. Es el portabebé más versátil debido al gran número de posiciones que permite, y el más adecuado fisiológicamente hablando. Existen diferentes medidas de tela, dependiendo de las posiciones que se deseen utilizar, en mi caso tengo fulares de entre 5 y 6 mts. Con un fular largo pueden realizarse todos los nudos, pasando a un fular corto en caso de que se adapte a nuestros nudos preferidos, para evitar un exceso de tela que puede resultar engorroso.
¿Los Pro? Es el portabebé más versátil, permitiendo una gran variedad de posiciones que pueden adaptarse tanto al crecimiento del bebé como al gusto del porteador. Hay algunos nudos que incluso permiten portear a dos bebés al mismo tiempo. La sujeción es óptima con un poco de práctica. El cuerpo del bebé va perfectamente pegado al del porteador. Existen diferentes medidas y calidades de tela, lo que permite adaptarse a las necesidades personales de cada niño y familia.
¿Los Contra? Es necesario practicar las diferentes posiciones y nudos para adquirir habilidad. El hecho de que sea una tela de gran longitud, así como el tema del anudado, puede hacer que no resulte atractivo para algunas personas, que prefieran otros medios de ajuste más sencillos. Los fulares elásticos no están recomendados para niños con un peso mayor, ya que podrían “rebotar”, prefiriendo en ese caso los no elásticos.



Al momento de buscar el portabebé ideal cuando nació mi hijo hace un poco más de 2 meses, me decidí por el fular. Definitivamente se convirtió en mi favorito y me confieso ser una adicta a ellos. Tengo de diferentes colores y texturas, aunque por ahora el que mejor se ha adaptado a nuestras necesidades de porteo es el fular elástico. Y luego de tanto buscar, los encontré en Tienda K’iruy. Ellos venden unos fulares maravillosos, son de algodón hipoalergénico, livianos (no pesan más de 500 grs.), muy resistentes y hay en distintos colores: azul petróleo, verde petróleo,  mostaza,  negro, taupé, café moro, blanco, turquesa, menta, pistacho, líneas, magenta, rojo y muchos más...
¿Dónde?
Contacto: Paulina Rodríguez Adones
+56966075546
kiruy.apego@gmail.com



Y ahora que estamos en pleno invierno, también empecé a buscar algún complemento de vestuario que nos permitiera estar abrigados juntos pero al mismo tiempo con el fular, y así fue como encontré los novedosos abrigos de porteo que tiene la tienda Semillita de Amor. El abrigo va puesto sobre el fular (o cualquier otro portabebé ergonómico), están confeccionados con polar grueso, tienen 16 colores para elegir y cuentan con tres modelos (dos con manga larga y 1 sin mangas).
¿Dónde?
Contacto: Carmen Gloria Hidalgo Arenas
+56988948041
cgchidalgoarenas@gmail.com

Con cariño, Doctora Mamá.

viernes, 10 de julio de 2015

La Exterogestación

La exterogestación, nombre técnico del porteo, es el término que se da al acto de cargar a los bebés, tal como lo hacen los canguros. No es un dogma ni un método particular de crianza, sino que tal como les comentaba en el artículo “La Crianza con Apego”, es una conducta natural e instintiva de los seres humanos que ha estado presente en la historia por siglos y en diferentes culturas. Antiguamente bastaba con una simple tela para cargar al bebé a la espalda, ahora hay artículos especialmente diseñados para esa función como los fulares, los Mei Tai, bandoleras o mochilas ergonómicas, pero siguen cumpliendo la misma función: ayudar a cargar al bebé de la forma más respetuosa posible tanto para él como para el porteador.

El concepto de exterogestación surge de múltiples estudios hechos en anatomía, fisiología, antropología y neurociencias del recién nacido y la madre, realizados en países como Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, que postulan que los humanos nacemos de forma prematura, sólo con el 25% de nuestro cerebro desarrollado y que, por ello, nos toma muchos más tiempo alcanzar la independencia en comparación con otras especies. Entonces, para nacer en igualdad de condiciones que otros mamíferos, nuestra gestación debería durar 18 meses, ya que aproximadamente a los 9 meses fuera del útero ocurre un hito en los bebés: el gateo, el cuál en términos de supervivencia le permitiría arrancar del peligro, tal como lo puede hacer un cachorro de otra especie animal a los pocos días de haber nacido.

Para ayudarnos a llevar esos 18 meses a cabo, es donde tiene lugar la exterogestación: 9 meses cargados en el útero y 9 meses cargados afuera, haciendo además que este cambio sea un proceso de transición menos brusco. Vendría a ser algo así como un "segundo embarazo". Yo me imagino lo abrumador que debe ser para un bebé el estar en un medio húmedo, cálido, oscuro y silencioso, y salir de un momento a otro a un mundo totalmente opuesto.

Se ha comprobado que el recién nacido es un ser interdependiente, ya que sus sistemas necesitan recibir información de su madre para poder regular la función cardiovascular, los ritmos del sueño, la función inmune y los niveles hormonales. 

Además, la exterogestación tiene múltiples beneficios para ambas partes. En el caso del bebé, disminuye las posibilidades de que padezcan cólicos, porque reciben un masaje constante en su abdomen; también incrementa el desarrollo neuronal por la constante estimulación de todos sus sentidos, previene y ayuda a corregir la displasia de caderas, entre otros. En tanto, a las porteadoras las ayuda a darse cuenta más fácilmente de las necesidades del bebé, se anticipan, son más seguras, tranquilas y confiadas, y pueden realizar tareas cotidianas dentro y fuera de la casa. Bueno, y no sólo a las porteadoras, ya que el padre también lo puede hacer de igual forma, estrechando aún más los lazos de apego con el bebé.

Un bebé criado en contacto con el cuerpo de su madre tiene sus necesidades físicas y emocionales satisfechas, con un desarrollo integral naturalmente en armonía, con un nivel de estrés y ansiedad controlado y, por sobretodo, es un bebé que se siente contenido, seguro y feliz.

Las familias que porteamos a nuestros hijos lo hacemos cada vez que estos lo necesitan y esto suele ocurrir hasta alrededor de los 5 años. Mi hija mayor ya de 5 años prefiere caminar y conservar su espacio personal, aunque a veces le gusta ir porteada igual que su hermano menor sólo por regaloneo.

Yo les aliento a practicar la exterogestación sin lugar a dudas. Siempre habrán personas que les dirán que el bebé se malacostumbrará a estar en brazos, o que no será un niño independiente. El bebé al nacer no conoce otra cosa que estar cerca de su madre, y la mejor forma de ayudarlo a sobrellevar esto es cargándolo el mayor tiempo y lo más cerca posible.
¡Encuentro que no hay forma más hermosa que estar todo el día literalmente “pegada” a mi bebé!

Con cariño, Doctora Mamá.


miércoles, 8 de julio de 2015

La Crianza con Apego

Al empezar a investigar sobre La “Crianza con Apego” (o en inglés, attachment parenting), lo primero que busqué fue sobre sus orígenes, encontrando que fue un término acuñado por el pediatra William Sears, definiéndola como “una corriente basada en los principios de la teoría del apego”, término a su vez acuñado por el psiquiatra y psicoanalista John Bowlby en la psicología del desarrollo. Así como encontré muchísimos autores con diferentes definiciones, todas finalmente se basaban en lo que planteaba su autor original.

Según la teoría del apego de Bowlby, un fuerte lazo emocional con los padres durante la infancia, también conocido como “apego seguro”, es precursor del desarrollo de una personalidad segura e independiente, un buen comportamiento, independencia, y relaciones buenas y sanas. Este tipo de crianza tendrá efectos positivos durante toda la niñez, adolescencia y adultez. Esta teoría también plantea que el niño tiene tendencia a buscar proximidad con una persona y sentirse seguro cuando esa persona está presente; a diferencia del planteamiento de Sigmund Freud, que defendía que el apego era una consecuencia de la necesidad de satisfacer varios deseos. 

Según la teoría de Bowlby, el apego se considera parte de un sistema biológico y los niños están naturalmente unidos a sus padres porque son seres sociables, no simplemente porque necesitan a otras personas para satisfacer sus deseos; el apego es parte normal del desarrollo del niño. Y con esta definición me bastó para entender que eso era lo que yo quería para criar a mis hijos.

La Attachment Parenting International (API), partidarios de la crianza con apego del Dr. Sears, intentan fomentar un vínculo seguro con los hijos mediante ocho principios que se identifican como metas a conseguir por los padres. Estos ocho principios son:

  1. Preparación para el embarazo, el nacimiento y la paternidad.
  2. Alimentación con amor y respeto.
  3. Respuesta sensible a las necesidades del bebé desde que nace.
  4. Contacto materno el mayor tiempo posible.
  5. Propicio del sueño seguro físicamente y emocionalmente.
  6. Propicio del cuidado cariñoso constante.
  7. Práctica de la disciplina positiva.
  8. Búsqueda del equilibrio entre la vida personal y familiar.

Estos valores se interpretan de diversas maneras por todo el movimiento pro crianza con apego. Algunos padres incluso se van al extremo y eligen vivir una forma de vida familiar natural, tal como el parto natural, el nacimiento en casa, criar en casa, educación en el hogar, aprendizaje natural, el movimiento anti-circuncisión y vacunación, salud natural sin medicamentos, movimientos de cooperativa y consumo de alimentos orgánicos, entre otras cosas. Pero como siempre he dicho, todos los extremos son malos.

Si leemos con detención, la lista no enumera nada del otro mundo, son cosas que cualquier madre o padre hace por instinto. Yo al menos no hubiese necesitado leer ningún libro del Dr. Sears para saber que el contacto materno el mayor tiempo posible con mis hijos es algo beneficioso para ambos.

De acuerdo a su teoría, el Dr. Sears no requiere que los padres sigan estrictamente ningún conjunto de reglas, sino que anima a los padres a ser creativos al responder a las necesidades de sus hijos. La crianza con apego, fuera del modo del Dr. Sears, se centra en las respuestas que respaldan los vínculos seguros. Y según eso, es que he llegado a la conclusión que la crianza con apego no se trata de algo nuevo ni una moda, como le han llamado algunos, sino más bien se trata de volver a los orígenes, es sólo seguir el instinto maternal y paternal.

Conversando un día con mi abuelita, me contaba que cuando era pequeña era normal dormir con su madre. Ella y sus hermanos lo hicieron. Ahora le llamamos colecho o co-sleeping, para ella simplemente era la única forma que conocía para dormir. Lo mismo con la lactancia materna, en esos tiempos no existían las fórmulas lácteas y los bebés no morían de hambre. ¿Cómo lo hacían? Poniendo al bebé a lactar más seguido al pecho. También recuerda que su mamá los cargaba a la espalda “tal como las bolivianas, porque era lo más cómodo para la madre y el bebé, y así podía hacer las cosas de la casa sin problemas”. Ahora yo le llamo “porteo con fular”. Si nos damos cuenta,  es lo mismo sólo que con casi 100 años de diferencia y nombres técnicos.

Como lo dije anteriormente, ser padres pro crianza con apego, para mí no es más que seguir nuestros instinto mamífero, aquél para lo cual la naturaleza sola nos prepara. La diferencia es que ahora ya sabemos que hay alguien que lo estudió, planteó una teoría y consignó una serie de pilares para ello. Y que la ciencia lo respalda, como verán en los artículos que iré presentando más adelante.

¡Viva la crianza con apego!

Con cariño, Doctora Mamá.


viernes, 3 de julio de 2015

Las Enfermedades Respiratorias en Invierno

Ahora que ya comenzó el invierno y con él el frio, de una u otra forma nuestros bebés se encuentran expuestos a sufrir algunas enfermedades respiratorias, es por ello que es necesario conocer la sintomatología de algunas de estas patologías y saber cómo actuar frente a cada una de ellas.

Resfrío común: es una enfermedad que se caracteriza por inicio repentino, con compromiso del estado general, obstrucción nasal (coriza o secreción nasal), tos seca, fiebre ausente o baja (hasta 38º C).

Síndrome Bronquial Obstructivo (SBO): es una enfermedad caracterizada por tos de intensidad variable, fiebre moderada (38,5º C), aumento de la frecuencia respiratoria, ruidos bronquiales, silbido en el pecho (sibilancias) y falta de apetito.

Neumonía: es una enfermedad que se caracteriza por tos, fiebre alta (38,5º C o más), dificultad respiratoria (en algunos casos se les hunden las costillas al respirar, pueden presentar  cianosis que es la aparición de un color azulado principalmente alrededor de la boca y en las uñas el que se atenúa al llanto), decaimiento, quejido, aleteo nasal, rechazo alimentario; en el preescolar puede haber además una puntada al costado de las costillas. Es importante observar bien al bebé, sobretodo en los primeros meses de vida ya que al tener cualquiera de estos síntomas se debe acudir de inmediato al centro de atención de salud más cercano.

Una vez que ya conocemos los signos y síntomas de cada una de las enfermedades más comunes que pueden afectar a nuestros bebés, podemos de alguna manera actuar frente a cada una de ellas.

En el caso del resfrío común, no es necesario llevarlo al médico, siempre y cuando se mantenga en sólo un resfrío, para ello es necesario mantener siempre un buen aseo nasal, esto es de suma importancia ya que los niños hasta los 8 años respiran principalmente por la nariz y si ésta se encuentra obstruida comienzan los ahogos y puede generar dificultad respiratoria, ya que el oxígeno del ambiente no puede ingresar de manera adecuada al organismo. 

Para realizar el aseo nasal se puede aplicar en cada fosa nasal alguna solución salina de uso comercial, luego con la ayuda de un  “cotón” o un algodón limpiar cada orificio nasal de forma lenta y suave. El uso del aspirador nasal  “perita” para el aseo de la nariz es recomendable después del mes de vida del bebé, ya que ésta ejerce cierta presión la cual si es realizada muy fuerte puede romper los vasos sanguíneos en los recién nacidos, generando algún sangrado nasal. 

Si sospechan que su hijo puede estar cursando un SBO o una neumonía, es recomendable que se acerquen inmediatamente a algún centro asistencial, ya que puede requerir algún medicamento; estas dos enfermedades en invierno son causadas principalmente por el Virus Respiratorio Sincicial (VRS).

¿Qué es el VRS? El VRS es el virus más común que causa infecciones en los pulmones y en las vías respiratorias en los bebés y en los niños pequeños. El virus puede vivir durante media hora o más en las manos y hasta 5 horas en las vitrinas o pañuelos usados. Este virus es altamente contagioso, la puerta de entrada  del virus es a través de la mucosa respiratoria u ocular, donde  se multiplica y comienza su ingreso al sistema respiratorio y se puede adquirir de las siguientes maneras:
  • Estar en contacto con una persona que posea el virus y estornude o tosa cerca de usted.
  • Tocarse la nariz, ojos o boca después de haber tocado algo contaminado por el virus.
  • Tocar, besar o estrechar la mano de alguien infectado con el virus.
  • Generalmente el estar en guarderías o en casa muy habitadas también puede generar el contagio del virus ya que éste se disemina muy rápidamente en estos lugares.
Los síntomas varían y difieren de acuerdo con la edad. Generalmente aparecen de 4 a 6 días después de tener contacto con el virus. Los niños mayores usualmente sólo presentan síntomas moderados y seudogripales, como tos irritativa (a menudo descrita como “tos perruna"), congestión nasal o fiebre baja.

Los bebés menores de 1 año pueden tener síntomas más graves y con frecuencia son los que tienen la mayor dificultad para respirar, sobretodo si son de sexo masculino, entre ellos destacan:
  • Cianosis
  • Dificultad respiratoria principalmente retracciones (se le hunden las costillas al respirar
  • Aleteo nasal
  • Taquipnea (respiración rápida)
  • Sibilancias
  • Fiebre
  • Rechazo alimentario


La infección en lactantes es más severa por las características anatómicas de la vía aérea fina. Dado que los bronquios pequeños tienen mucho menor diámetro, el mismo grado de inflamación de la mucosa produce mayor obstrucción. Consecuentemente algunos sacos alveolares se colapsan (microatelectasias) ya que no puede entrar aire y al mismo tiempo otros alvéolos se inflan demasiado debido a que el esfuerzo para respirar hace entrar aire que posteriormente la obstrucción no deja salir (hiperinsuflación). Ambos fenómenos se producen simultáneamente en diferentes áreas del pulmón.

Prevención y recomendaciones:

Se han realizado muchos esfuerzos para intentar prevenir la infección por VRS, sin embargo, aún no se cuenta con herramientas óptimas. La lactancia materna ofrecería cierta protección, y hay estudios que sugieren que los niños alimentados al pecho tienen menor riesgo de adquirir una infección por VRS que requiera hospitalización.
Para prevenir la infección en el hogar, se deben lavar las manos antes y después de atender a los bebés.
Evitar la exposición de éstos a personas con infecciones respiratorias agudas. Esta misma medida es válida cuando existe un adulto mayor en el núcleo familiar.
En época de invierno restringir las salidas y las visitas al hogar.
Evitar fumar, tanto en la casa como fuera de ésta ya que el humo igual queda impregnado en la ropa y el cigarro ayuda a las infecciones respiratorias haciendo más susceptibles a los niños.
Al notar que el bebé puede tener fiebre, SIEMPRE se debe cuantificar mediante un termómetro.
Si al bebé le indican el uso de inhaladores, éste SIEMPRE se debe administrar con una aerocámara, ya que la aerocámara enlentece la velocidad del medicamento permitiendo que tenga mayor depósito en las vías respiratorias y evita que el medicamento quede impregnado en la orofaringe (garganta).
NUNCA AUTOMEDICAR a los niños ni aceptar consejos de vecinos o familiares sin antes consultar al pediatra.
NUNCA colocar la “pastilla alcanforada” (nombre técnico laurus camphora), ya que está comprobado que ésta disminuye la sintomatología de los niños (tos, flemas), pero es porque genera adherencia de éstos a los pulmones, por lo que si bien disminuye la tos, se corre el riego de generar sobreinfección y agravar el cuadro del bebé, además está contraindicada en menores de dos años ya que posee componentes tóxicos que pueden provocar convulsiones en algunas personas. A su vez está completamente prohibido aplicar el aceite alcanfor en rostro o fosas nasales de niños o personas asmáticas ya que puede provocar broncoespasmos o asfixia. Dada su potencial toxicidad, es importantísimo mantenerlo fuera del alcance de los niños (se ha comprobado que un gramo de alcanfor en estado puro es suficiente para producir la muerte de un niño) y en caso de ingesta o contacto accidental llamar de inmediato al médico y explicar lo sucedido para que se tomen las medidas acordes a un posible envenenamiento. Está particularmente contraindicado el uso de cualquier producto que contenga alcanfor tanto en el embarazo como en la lactancia.

Karen Pérez Ibacache
Kinesióloga


miércoles, 1 de julio de 2015

Un Lumos por Pau

Cuando de crianza se trata, siempre he dicho que no hay expertos y que por cada niño hay una familia que tiene el derecho a decidir lo que es mejor para él. Pero esos derechos vienen con obligaciones. La obligación primordial que tenemos como padres es la de informarnos con fuentes científicas (acá no se vale lo que leí en unos comentarios de redes sociales o lo que me recomendó la abuelita, amiga o vecina, por muy buena que sea la intención) y la de proteger con todo nuestro cuerpo, alma y espíritu a estos seres que la vida nos ha prestado para criar y amar. Así que eso de “crío a mis hijos como YO quiero”, se termina en el momento en que la salud, la seguridad, la integridad y la vida del niño (y eventualmente otros niños) están en peligro. Y eso, la ética y la ley lo resguarda. ¿Por qué digo eventualmente de otros niños? Si a un niño no se le vacuna contra el tétanos, si la enfermedad lo ataca sólo le afectará a él. Pero la gran mayoría de las otras enfermedades infecciosas prevenibles por vacunas, si el niño no vacunado las contrae, puede contagiar a otros niños que por diversas causas tampoco están vacunados (porque por edad aún no les toca, porque tiene una enfermedad que afecta su sistema inmune o porque es alérgico a algún componente de la vacuna). Y esto se transforma en un problema de salud pública.

Esto fue exactamente lo que me tocó vivir una vez cuando era estudiante y cursaba mi internado de Pediatría, con una pequeñita de 2 años de edad, que inicialmente tuvo una infección de oído que nunca fue tratada y que se convirtió en Meningitis. La niña ingresó con compromiso de conciencia, fiebre muy alta y unas pequeñas manchas en todo su cuerpo, como una especie de pequeños moretones. Eso se llama meningococcemia y es cuando la infección ha pasado al sistema circulatorio.  Durante la interrogación a la madre, dijo que estaba en contra de meterle cosas químicas, que no creía en la medicina moderna y sus fármacos y que estaba absolutamente en contra de las vacunas. Dijo que cuando la bebé empezó con síntomas de la enfermedad la trató “de forma respetuosa”, con paños fríos y hierbas naturales para bajar la fiebre e impulsar su sistema inmunológico. Dado que no mejoraba, decidió en última instancia llevarla al Servicio de Urgencias. Ante la gravedad de la niña y la necesidad imperiosa de iniciarle tratamiento antibiótico, le explicamos la situación y para nuestro desconcierto, ella se mantenía firme y no autorizaba que se le administraran medicamentos.

Ahí fue cuando mi profesor intervino y aprendí una gran lección de ética en relación a los pacientes pediátricos: ellos no están en condiciones de decidir por si mismos (principio ético de Autonomía) y cuando hay un tercero que decide por ellos, en este caso la madre, y pone en riesgo su vida, hay que actuar “por la razón o la fuerza”, basándose en el principio ético de Beneficencia. ¿Qué hizo mi profesor? Pidió un recurso de protección para la niña, para iniciar el tratamiento y realizar los exámenes pese a la insistente negativa de la madre, con resguardo policial incluido.  Iniciamos las maniobras de reanimación, pero las tres semanas de infección y dolor para la bebé agotaron su pequeño cuerpo y resultaron en un shock séptico y finalmente un paro cardíaco. A pesar de todos nuestros esfuerzos, la niña falleció.

Lo que la niña tuvo en principio fue una sencilla otitis media que se hubiera curado con unos días de antibiótico, y que de haber estado vacunada, la bebé probablemente no hubiera contraído meningitis. La madre fue arrestada y acusada de negligencia. Imagino lo que significó para esa madre el asumir el dolor por la pérdida de su hija, el sentimiento de culpa y el enfrentar un proceso legal. Y a pesar de todo, no la culpamos, porque obviamente su intención era querer lo mejor para su hija, pero nunca creyó que sus creencias terminarían en eso. El problema fue la información.

Entonces aquí viene la pregunta: ¿Cada uno cría a sus hijos según sus propias creencias e información? Mi respuesta es tajante: Si, SIEMPRE Y CUANDO se vele por el bienestar del niño, no se ponga en peligro su vida y las decisiones que se tomen sean informadas.

¿Qué lleva a una familia a no querer medicar o vacunar a sus hijos? Algo super paradójico es que  generalmente son familias que se autodefinen como “bien informadas”. Y digo bien informadas entre comillas porque el problema radica justamente en dónde buscan la información. Al preguntar el porqué de esa decisión, he recibido respuestas como: “porque es parte de una crianza respetuosa el dejar que siga el curso natural de la enfermedad”, “porque el mercurio de las vacunas produce autismo y cáncer” o “porque ese es el gran negocio de la industria farmacéutica”. Y al preguntar de dónde se obtuvo dicha información, la respuesta normalmente es la misma: una evasiva, asociada a un “en internet, pero no me acuerdo dónde” o finalmente tratar de ofensiva y agresiva la pregunta por cuestionar sus creencias y la supuesta fuente de información.

Papás: No hay NINGUN estudio serio que avale ese tipo de creencias, porque ninguna sociedad científica de respeto y que se precie de tal, estaría dispuesta a hacer trabajos de investigación para ver qué sucede si no medicamos o vacunamos a un niño y lo exponemos a una enfermedad. Es cosa de Googlear en páginas como New England Journal of Medicine, The Lancet o PubMed, todas revistas de prestigio y dedicadas netamente a la investigación.

La medicina ha avanzado muchísimo, a pasos agigantados, ayudando a toda la humanidad. ¿Que no hay que abusar? Pues obvio que no, como en todo en la vida. Nadie dice que a los niños se les invada con cosas químicas, pero los antibióticos y las vacunas salvan vidas y han erradicado enfermedades a nivel mundial y eso NADIE lo puede negar. ¿Sino de qué otra forma es que no hemos visto nunca a alguien con viruela, difteria o tétanos?

Como dije anteriormente y  es la idea de este Blog, lo que pretendo es enlazar la crianza respetuosa con la medicina y sus fundamentos científicos. En asuntos de crianza no pretendo dar cátedra y prefiero mantenerme neutral, tratando de pensar que cada familia sabe lo que es mejor para sus hijos; pero en la historia que les conté ya hay un resultado nefasto: una bebé que falleció por algo que era curable (con antibióticos) y además podía prevenirse (con vacunas). Lo mismo que sucedió con Pau, el niño que hace poco falleció en España a causa de Difteria, enfermedad que estaba prácticamente erradicada hace 30 años en ese país. Sus padres están desconsolados y se sienten engañados por la información entregada por los grupos anti-vacunas. A los compañeros de colegio de Pau les hicieron exámenes para ver si se habían contagiado; varios salieron como portadores de Difteria pero no les pasó nada porque estaban vacunados. ¿Por qué un Lumos por Pau? Porque ese es el modo de despedir a alguien cuando muere en la serie de libros Harry Potter: alzando la varita hacia el cielo y encendiendo su punta con el encantamiento Lumos.

Papitos y familia en general, en mi humilde opinión les quiero pedir algo: por favor, no pongan en peligro la vida de sus bebés y eventualmente de otros bebés; investiguen en fuentes científicas y serias antes de decidir que no lo medicarán o no lo vacunarán; en eso con gusto los puedo ayudar. No se dejen llevar por modas o por la opinión de sus amistades. No todo se resuelve con medicamentos, pero tampoco confiando únicamente en métodos naturales. La salud y la vida de sus hijos es lo que está en juego y ante la muerte de un hijo, ya es demasiado tarde para arrepentirse y el dolor por la pérdida se llevará de por vida.

Con cariño, Doctora Mamá.