domingo, 9 de agosto de 2015

Lo que deben saber los niños

La semana pasada tuve reunión en el jardín de mi hija mayor, quien cursa transición menor. En ella, la educadora de párvulos nos entregó el informe del semestre anterior y me llamó profundamente la atención el hecho de que muchos apoderados quedaran preocupados porque sus hijos, de cuatro a cinco años en promedio, no habían logrado puntaje “excelente” en todos las actividades y quizás no sabían lo suficiente. Esto me llevó a plantearme: ¿Qué debe saber un niño de cuatro años?.

Los comentarios que escuché no sólo me entristecieron sino que también me irritaron. Una mamá enumeraba una lista de todas las cosas que sabía su hijo que asistía al jardín desde los dos años: todos los órganos del cuerpo humano, colores primarios y secundarios, los números del 1 al 10 en inglés, los países de América, escribir su nombre y apellido, entre otras tantas cosas. Otros presumían de que sus hijos sabían incluso muchas más cosas porque aparte de las tareas del jardín, en casa les daban “tareas extras”. Sólo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.

Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo lo mejor por ellos. Estamos insertos en una cultura tan competitiva que hasta nuestros propios niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. Pero a mi modo de ver, la niñez no debe ser una carrera. Incluso soy una férrea detractora de las tareas para hacer en casa y más aún si se trata de un fin de semana.

Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:


  1. Debe saber que los niños pueden reír fuerte. 
  2. Debe saber que puede utilizar su imaginación y nadie se enojará por pintar el cielo de color rosa o dibujar perros con seis patas.
  3. Debe saber que su familia lo quiere incondicionalmente y en todo momento.
  4. Debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos o frente a extraños.
  5. Debe saber que hay que saludar cuando amanece con un “buenos días” y cuando anochece con un “buenas noches”.
  6. Debe saber que siempre hay que dar las gracias por los favores que nos hacen.
  7. Debe saber que las cosas se piden “por favor”.
  8. Debe saber que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. 
  9. Debe saber que si le gusta un oficio o profesión, tiene la seguridad de que se le va a apoyar si quiere dedicarse a ello. 
  10. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo castillos de arena, tortas de barro o casitas de cuentos de hadas es tan importante como aprenderse los números del 1 al 20.
  11. Debe saber que no hay que decir groserías y malas palabras.
  12. Debe saber que a los animales hay que amarlos y respetarlos.
  13. Debe saber que la basura no se bota al suelo.
  14. Debe saber que no hay que burlarse de los defectos de los demás.
  15. Debe saber que si comparte, no debe esperar nada a cambio.
Pero más importante aún es lo que deben saber los padres:
  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y conocer los números a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos cuando sea grande.
  2. Que el factor más influyente en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es el hábito de la lectura desde que los niños son pequeños. No es el tablet, ni el jardín más elegante, ni los juguetes más caros, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerle buenas historias.
  3. Que ser el niño con mejores notas o más estudioso del curso nunca ha significado que sea el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros "lo mejor" que lo único que les estamos dando son unas vidas tan estresadas como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, materiales artísticos y la libertad para jugar con ellos. Podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y ellos ni los echarían de menos. Sólo algunos son importantes: juguetes como los los bloques tipo LEGO, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (por ejemplo, en nuestra casa forramos las puertas del closet de mi hija con un material tipo acrílico para que pueda dibujar con plumones), los instrumentos musicales, ropa vieja para hacer disfraces, y libros y más libros. Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para amasar pan u hornear galletas de plasticina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena (aunque lo ensucien todo) o tener un rincón en el jardín en que puedan cuidar sus propias plantas.
  5. Que nuestros hijos necesitan más de nosotros. Trabajamos para tener y darles un buen estilo de vida pero otros terminan pasando más tiempo con ellos. Es obvio que todos necesitamos tiempo para una ducha tranquila, charlar con los amigos, salir a cenar en pareja y algo de vida aparte de los hijos. Algunos psicólogos recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y programar un domingo al mes dedicado a la familia. Nuestros hijos terminan necesitando el tablet, las actividades extraescolares (como las clases de ballet o kárate), o los entrenamientos de fútbol para poder “gastar” las horas del día, cuando realmente lo que ellos necesitan es a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que hicieron durante el día en el jardín, unas madres que se sienten a hacer las tareas con ellos, padres y madres que les lean cuentos. Necesitan que los llevemos al parque o nos sentemos a tomar el té en familia. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble (y trabajemos el doble). Tienen derecho a saber que para nosotros son la prioridad y que nos encanta de verdad compartir y estar con ellos.

Si existen aspectos académicos en los que parece que un niño está atrasado, hay que saber que eso no es indicador de ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente es que el niño va a un ritmo distinto. Los niños aprenden lo que les llama más la atención, y la idea de que todos deben saber “X cantidad” de contenidos a una edad concreta es absurdo. Aún así, si queremos que los aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlos en la vida cotidiana, que el niño juegue con ellos, y así los aprenderá de manera natural. Si contamos hasta 20 cuando estamos ordenando los calcetines, aprenderá a contar. Podemos leerles cuentos divertidos sobre los animales y así repasar el abecedario. Experimentar con todo, desde las plantas hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y mucha menos presión. 

Mi consejo favorito sobre los niños es que dejemos que sean niños, porque sólo lo serán una vez en la vida. 

Con cariño, Doctora Mamá.


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